Al momento de estudiar el lenguaje verbal y de los signos no verbales, en general, obliga a situarnos en la especie humana. Los hombres hablan por naturaleza y necesidad. Hablan y se escuchan, o se comunican entre sí a través de otros medios, dando significado a todas las cosas, de donde se origina la semiosis. Y justamente al ejercer esta facultad, contribuyen a autodefinirse como seres humano.
Por este camino, sería mejor comenzar haciendo algunas reflexiones mentales de la clase antropológica: ¿qué es el hombre? ¿Cómo se manifiestan los signos en su ser y en su conducta? ¿Qué lugar ocupan el lenguaje? Es una angustia existencia el saber lo que somos. El hombre ha intentado formular respuestas. Y se podría afirmar sin algún tipo de riego a la equivocación, que cada individuo, cada grupo o sociedad, según su modo particular de pensar, según sus creencias, su cultura y su contexto, posee una concepción diferente sobre el ser humano. ¿Qué es el hombre para cada tipo de oficio? ¿Y qué representa el hombre para usted?
Es preciso, reconocer, de acuerdo con Cassirer, que el hombre es ante todo "una criatura en busca sí mismo". Este hecho no deja de asombrar. Las personas nacen, se desarrollan, conviven y tarde o temprano dejan de existir biológicamente. El hombre ha logrado conquistar el espacio y descubrir admirables secretos del universo, pero ¡no sabe aún con claridad lo que es él mismo! Sin duda, esta es una importante tarea, como sugiere el famoso aforismo de Sócrates: "conócete a ti mismo".
El "homo sapiens" y el concepto común de "animal racional", tienen a ser relevante como una concepción un poco más universal, privilegiando la idea de inteligencia y razón primitiva. En algún instante de la historia, es de imaginar que haya entrado en la posibilidad real de descubrir, crear y aplicar el instrumento del lenguaje: es en ese momento, cuando se manifiesta como un nuevo "homo": el "homo symbollicus" y "homo loquens" (hombre que simboliza y habla).
Pero Morin cree que algunas de estas concepciones implican o llevan en sí mismas sus propios caracteres antagónicos, porque cree que el ser humano puede ser, al mismo tiempo:
Sapiens y demens (racional y delirante)
Faber y ludens (trabajador y lúdico)
Empiricus e imaginarius (empírico e imaginador)
Economicus y consumans (económico y dilapidador)
Prosaicus y poeticus (prosaico y poético)
Las anteriores manifestaciones antropológicas dan base para distinguir las dimensiones humanas;
Hombre: cognitivo, biológico, afectivo, valorativo, ético, espiritual, social y simbólico.
En los cognitivo, el ser humano tiene el privilegio no solo de construir conocimiento sobre el mundo, es decir, el don de llegar a saber, sino también de llegar a saber que sabe. Sobre esta base es factible considerarlo como un ser auto-orientador, porque esta dimensión, a la vez que constituye el más alto nivel, sintetiza, integra y orienta a todas las demás dimensiones humanas. Esto es posible, casualmente, por los símbolos del lenguaje.
Como ser biológico, afectivo, social, valorativo y volitivo. Y desde el punto de vista de la dimensión espiritual, el ser humano trasciende a su naturaleza temporal, tanto por la legítima aspiración y creencia en un Ser Supremo y en una supervivencia sobrenatural, como la perpetuación de sus huellas espirituales a través de la historia, por su acción constructiva y benéfica, y por sus producción y la transmisión de la cultura. Vale la pena anotar que el lenguaje es el medio por excelencia para el desarrollo de la religiosidad y la comunicación con la Divinidad. Porque el mismo Hijo de Dios es la palabra: "el verbo se hizo carne" (San Juan).
Se podría también hablar de una dimensión histórico-cultural entendiendo que el hombre es activo y que trabaja para el bien suyo y el de su grupo, produciendo cultura. Se ha dicho que el hombre es amo y señor del mundo y que, como tal, está llamado a aplicar su inteligencia para transformarlo: queda como producto de su creación la ciencia, el arte, la tecnología y demás manifestaciones culturales, todo lo cual se ha de constituir -con la incuestionable ayuda del lenguaje escrito- en el sello de testimonio que dé cuenta, en cualquier tiempo, en su presencia en el universo.
Para concluir, los signos del lenguaje nos humanizan. Al producir e interpretar mensajes, y por medio de este proceso, al conocer el mundo, aprehenderlo y hacerlo nuestro, nos desarrollamos como seres humanos, realizándonos como seres lingüísticos, es decir, no solo "por medio del" sino también "en el" lenguaje.
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